martes, 3 de febrero de 2009

Lectura 1ª Pedro 2: 11-25.
Por Vladimir Orellana Cárcamo.
Domingo 4 de enero de 2009
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Recientemente me deleité leyendo la novela cristiana de Charles Sheldon En sus pasos (Casa Bautista de Publicaciones, 1985). “¿Qué haría Jesús?” es la interpelación que el pastor de la iglesia de la ciudad donde trascurre la acción, propone que cada uno de sus feligreses se formulen antes de tomar una decisión. A través del relato, se constata que la congregación, sobre la cual gira la historia, experimenta una “revolución espiritual” impactante, al aceptar el reto de preguntarse, ¿qué haría Jesús? ante las circunstancias que se les presenten en su vida cotidiana y profesional.

La obra literaria en mención, narra una serie de actitudes un tanto “radicales” que asumen los creyentes deseosos de actuar, tal como Jesús lo haría. Es así como una talentosa joven cantante, rehúsa ofrecer conciertos en “selectos teatros” para consagrar su voz a Cristo y llevar su mensaje musical a los suburbios de la ciudad; dos jóvenes de buena posición económica, quienes gastaban su dinero en viajes y fiestas, deciden invertirlo en obras de ayuda para los marginados de la sociedad. Y así otras personas más, optan en dar un giro drástico a su estilo de vida, después de sentir que Cristo, si estuviera en una posición como la de ellos, procedería de una forma que agradara al Padre Celestial.

Qué interesante fuera que nosotros, en estos primeros días del año, nos planteáramos la interrogante ¿qué haría Jesús en nuestro lugar?. Creo que si adoptáramos dicho proceder, el resultado de nuestras decisiones sería de gran satisfacción. Quizá para algunos profesionales, pudiera resultar una actuación ingenua, por ejemplo, que un abogado se preguntara, ¿qué haría Jesús en mi lugar, realizaría el proceso de un divorcio?, o que un médico inquiriera lo siguiente, ¿qué haría Jesús en mi lugar, practicaría el aborto en una de sus pacientes?

Es obvio que un sabio proceder, ante dicha clases de propuestas, sólo la obtendremos si vivimos como verdaderos siervos de Cristo. En este sentido, el mejor distintivo para mostrarle al mundo que somos cristianos, no sólo basta que lo declaren nuestros labios, o que portemos una Biblia, o luzcamos una camiseta con el logo de la iglesia en la cual nos congregamos. Todo lo contrario, la mejor señal para que la gente sepa que somos seguidores del Rey de reyes, es “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que…glorifiquen a Dios ….al considerar vuestras buenas obras” (1ª Pedro 2:12).

Sólo en la medida en que estemos concientes de lo que significa el Todopoderoso para nosotros, sabremos tomar la mejor elección ante las disyuntivas de la vida. Citemos como ejemplo, que alguno de ustedes ha puesto solicitudes de empleo en varias empresas y un día de estos, lo llaman de una compañía donde su labor consistirá en producir bebidas embriagantes. ¿Qué haría usted?, a lo mejor exclamaría: “¡Dios, gracias por darme un empleo”, o se preguntaría, ¿qué haría Jesús en mi lugar que estoy desempleado, aceptaría o rechazaría la oferta laboral y seguiría orando por otra más dignificante?

Preciso es recalcar, que sólo actuaremos de la misma manera como obraría Cristo, únicamente cuando nos esforcemos con la ayuda del Espíritu Santo, a mantener un adecuado comportamiento cristiano, el cual pueda pregonar que seguimos el ejemplo del Maestro, quien según el apóstol Pedro, “no cometió pecado ni se halló engaño en su boca” ( 1ª Pedro 2: 22) Crees que es factible en medio de este mundo, lleno de decisiones apresuradas, tomar un momento de nuestro tiempo para auto interrogarnos, ¿qué haría Jesús, si tuviera que afrontar una situación de tipo estudiantil, laboral o familiar como la mía?

En lo personal estoy seguro, que si adoptamos ese desafío, seremos auténticos seguidores de Dios. Lo cual nos obligaría, decirle cada mañana en oración, que deseamos que Él sea nuestro guía en todas las decisiones que tomemos durante el día, y de esa forma comenzará una nueva vida de obediencia a Cristo Jesús.